Otra parte es el nombre que Fernando González dio en 1959, el año de publicación del Libro de los viajes o de las presencias, a La Huerta del Alemán.

Con tal motivo hizo colocar en el pórtico una verja de hierro, cuya elaboración encargó a su sobrino Javier Restrepo González (el don Florín de la Tragicomedia). La inscripción que la misma lleva en su parte superior, en hermosas letras de bronce, confiere al cambio de nombre de la Huerta un profundo significado, aparentemente enigmático, pero que se refiere a sí mismo, a su convicción acerca de los peligros del yo: ¡Cave canem seu domus dominum!, que quiere decir, “cuidado con el perro, o sea, con el dueño de la casa”.

Por el simbolismo que entraña, otra parte fue considerada en su época por los conciudadanos del maestro como una denominación novedosa y tenida como signo de rebeldía. Efectivamente representa, ante todo, la evocación del vivir a la enemiga (“¿Por qué afirmo que vivo a la enemiga? Porque he luchado contra todo lo existente”). Denota, por tanto, una actitud de independencia, de distanciamiento social y de búsqueda de sí mismo; e incluso, en lenguaje metafísico, el escenario escogido para continuar la realización existencial de ese “irse yendo”, que por lo demás define de modo tan preciso la vida del hombre.

Desde el punto material de apreciación, es casa campestre situada en Envigado, en la margen izquierda de la carretera que une a este municipio con Medellín. Los terrenos correspondientes los adquirió Fernando González en 1937, tres años después de su regreso del primer viaje por Europa. Resulta curioso señalar que fueron también de propiedad de Lucas de Ochoa, su tatarabuelo materno, quien los compró en 1798 a Francisco de Isaza y Atuesta. En una pequeña casa de tejas de zinc y paredes de bahareque que tenía junto a su huerta, vivió allí solitario durante varios años de las décadas del veinte y el treinta, un alemán llamado Walterio, al parecer refugiado de la Primera Guerra Mundial. Un día en que se movilizaba en un bus de escalera entre Envigado y Medellín, murió en accidente de tránsito con su cargamento de hortalizas. En el proceso de planeación y construcción, participaron tres amigos suyos: el arquitecto Carlos Obregón, el ingeniero Félix Mejía Arango (Pepe Mexía) y el pintor (ingeniero y arquitecto, además) Pedro Nel Gómez. Este último diseñó el patio, el hermoso patio que semeja una alfombra adornada por un pozo circular construido de cemento y piedra; Obregón hizo los planos y Mejía Arango dirigió la obra.

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